Las minas de mercurio de Almadén en Ciudad Real constituyeron,
junto a las Idria en Eslovenia y a las de Huancavelica en Perú, los yacimientos
más importantes de este metal durante siglos. De hecho, un tercio de todo el
mercurio que ha utilizado la humanidad a lo largo de su historia, se ha
extraído de la mina de Almadén. Dichas minas, ya fueron explotadas desde tiempos
de Cartagineses y Romanos, hasta que cerraron su actividad minera en 2003.
Pocos
saben que junto a trabajadores libres, había en Almadén, reos que cumplían sus
condenas en la mina. Eran los tiempos de dominio español en América, de
extracción masiva de plata en aquellas latitudes. Durante siglos se llevó al
nuevo continente toneladas de mercurio (en barcos que se llamaban azogueros,
porque llevaban el azogue –el mercurio) para el proceso de amalgación. La
amalgación, es el método de extracción de metales nobles, como la plata, a
partir de sus minerales, que consiste en poner a éstos en contacto con
mercurio.
La
producción y suministro de mercurio constituyeron uno de los pilares económicos
de la hacienda española durante los siglos XVI hasta finales del XVIII, cuando
va decayendo la necesidad de mercurio, por la pérdida paulatina de las colonias
americanas, de donde se extraía la plata que llegaba hasta España.
Para
trabajar en la mina se necesitaba mucha cantidad de trabajadores. Muchos de
ellos, la mayoría, cumplían algún tipo de condena. En aquella época había tres
destinos para los condenados por algún tipo de delito: las galeras de su majestad en el Mediterráneo, donde servían como
remeros; los presidios del norte de África,
donde trabajaban, además de otras muchas ocupaciones, en labores de
mantenimiento de dichos edificios; y las minas
de mercurio de Almadén, como mineros.
Las cárceles en el antiguo régimen, eran simples lugares de paso, de espera,
hasta ser llevados al lugar donde debían cumplir condena.
La
mina era un lugar penoso para trabajar, pues, a los riegos de una actividad de
por sí peligrosa, como es la explotación minera de aquella época, había que
añadirle la alta concentración de partículas de mercurio y de otros metales que
corrompían el aire y que debían respirar los mineros continuamente, al no
existir protección respiratoria de ningún tipo. Los problemas físicos más
habituales por inhalación eran: temblores, calambres, caída de dientes o
problemas respiratorios, entre otros. Esto hacía que la probabilidad de salir
vivo de la mina, después de años de condena, era prácticamente nula. Es decir,
la condena a trabajos forzados en la mina, como los remeros de las galeras,
eran en realidad, una condena a muerte.
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